La confusión, es la falta de entendimiento sobre un asunto, es cuando no logro encontrar la lógica o no existe una clara comprensión de algo.
En términos internos del ser humano, la confusión ocurre sin estar consciente de ello cuando físicamente me comporto de una manera que va en contra de lo que estoy sintiendo; es decir, ocurre un evento que me hace sentir una especifica emoción, pero racionalmente yo controlo la reacción de mi cuerpo para que se comporte de otra manera, entonces dentro de mí se crea una incoherencia energética: la confusión.
Tan cierto es, que reprimir la expresión de mis emociones suele desencadenar una guerra interna, enviándole señales a ciertas glándulas para que liberen químicos. La confusión genera desbalance interno que luego se manifiesta en las llamadas enfermedades. Esta confusión o incoherencia suele ocurrir tantas veces sin darnos cuenta, ya que nos hemos entrenados para actuar de “forma normal”.
Es por ello, que pasar de la confusión a la claridad siendo adultos puede involucrar la sensación de tragos amargos tanto para mí, como para mi entorno, ya que implica ir en contra de los estándares «normales» de la sociedad.
Ahora bien, la normalidad puede ser parte del común denominador, ya que usualmente lo que es “normal” está condicionado por patrones repetitivos y programados por ciertas normas o reglas globales, a pesar de desconocer sus orígenes.
Ser una persona normal, es una controversia que sin duda alguna me mantuvo confundida por muchos años.
Pero ¿Qué es ser normal?
Pues bien, veámoslo desde estos dos ángulos: la normalidad de mi esencia, que engloba solo una forma de ser normal o la normalidad fuera de mi esencia, que varía de acuerdo con el entorno, es decir existen muchas formas de ser normal.
* La normalidad de mi esencia: si me comporto desde mi instinto personal y único viviré fuera de los patrones “normales” que rigen la sociedad, entonces estaré siguiendo mi unicidad, mi instinto, mi alma, aquella que me diferencia del resto de la raza humana, aun cuando físicamente pertenezca al reino humano.
* La normalidad fuera de mi esencia: ser una persona normal varía desde el punto de vista del entorno al cual pertenezco. Y esto es así, porque los grupos (amistades, trabajo, religiosos, familiares,) están regidos por sus propias creencias. Esto quiere decir, que si yo quiero encajar en cierta comunidad, debería cumplir con los requisitos de lo que para ellos significa ser “normal”. Tomando en cuenta que yo pertenezco a varias comunidades (el trabajo, la familia, el deporte, la espiritualidad, etc. etc. etc.), se traduce en que tengo varias conductas de “ser normal” completamente diferentes, pero acorde con cada grupo. Es una maravillosa locura y sin embargo, así nos adaptamos a lo largo de la vida.
Abro paréntesis “digo una maravillosa locura, porque imagínate los superpoderes que tenemos, que somos capaces de crear muchísimas versiones de nosotros mismos al mismo tiempo. Esto solo lo hace el camaleón y la raza humana a nivel D-os“
Por lo tanto, ser una «persona normal», no es cuestión de juegos, es un papel que nos tomamos bien en serio.
Considerando que psicológicamente y de forma natural antes de los cuatro años yo aun no me he definido como algo (sexo, religión, creencias, etc.), sino que vivo desde la esencia normal de mi ser, que es expresarme desde mi autenticidad; quiere decir que estoy siendo una persona normal.
Supongamos que mi hijo de tres años quiere jugar a ser la princesa Jazmín, lo cual implica vestirse como la princesa Jazmín. Como yo sé que racionalmente él aún no está definido por un sexo (órganos sexuales, comportamientos masculinos, vestimenta, actividades que hacen los varones, bla bla bla), yo le compro todo lo que mi hijo necesita para que simplemente juegue a ser la princesa Jazmín, y salimos a la calle o vamos a la reunión familiar de los domingos.
Te pregunto ¿Cómo reaccionarias tu al ver a mi hijo de sexo masculino vestido de princesa?
En una sociedad “normal” las miradas, los murmullos, las señalizaciones, las burlas y la crítica no se harían esperar, porque es evidente que un niño “normal” no debería usar ese tipo de indumentarias.
¿Cómo creen que se siente mi hijo de solo tres años al ser expuesto a todos esos condicionamientos externos? Exacto ¡Confundido!
¿Por qué? Porque un niño que a los tres años sabe y reconoce su autenticidad, sus poderes innatos, la expresión de su ser, la ingenuidad, la seguridad, la empatía, el amor y el disfrute de la vida desde su intuición, está empezando a experimentar que la pureza de lo que ÉL ES, no encaja con lo que se “supone” que ÉL DEBERÍA SER.
Entra la confusión interna y peor aún, mi hijo deja ser quien realmente es, pasando por encima de su propia esencia divina y dejando de honrarse, para poder sobrevivir según los estándares «normales» de la normalidad. Justo en esa etapa de su vida, cuando se supone que la sociedad (su entorno) debería afianzar la expresión de la pureza de su esencia, entra en confusión y es empujado a crearse una personalidad desde la regla de lo que se supone es “normal”.
Ahora bien, dejando de lado el ejemplo de mi hijo ficticio, ¿Cómo puedo pasar de la confusión a la claridad, cuando ya soy un adulto, con cierta edad, con un carácter definido y con un sinfín de creencias?
R: Empezando a vivir desde mis propias herramientas innatas, que conllevan a empezar a actualizar el chip de reprogramación al que he sido expuesto desde aquella vez que deje de ser normal, para pertenecer al rebaño de lo que se supone es ser “normal”.
Si hoy quieres traer claridad a esa confusión que te ha atormentado por tanto tiempo, date el permiso para ir a la acción desde el SER para HACER y redescubre tu propia tecnología innata. Nunca es demasiado tarde.
Y para complementar el trabajo interno, te dejo este artículo La Relación Conmigo
Con Amor Sarah.