Reconocer nuestros sentimientos nos libera y nos sana, siempre y cuando sepamos cómo manejar esas emociones que estamos sintiendo.
Esto se debe debido a que el simple acto de asumir la responsabilidad de cómo se refleja en mi cuerpo las actitudes desagradables que otros tienen conmigo -sobre todo cuando proviene de personas que amamos y nos aman- y que me hacen sentir mal, me permite aceptar la interpretación que le estoy dando a mis emociones.
¿Por qué? Porque todo se trata de nuestra capacidad para ser conscientes de nuestros sentimientos.
Así mismo, tenemos que reconocer y asumir que como humanos hay momentos en los que estamos sintiendo celos, envidia, furia y que eso también forma parte de ser humanos y de sentir; en vez de querer esconder esos sentimientos.
En la mayoría de los casos todas las personas tratamos de tapar esas emociones. Bien sea porque no hemos sanado o porque no sabemos cómo reconocer nuestros sentimientos, especialmente cuando son mal vistos ante la sociedad.
Por otra parte, en el caso de las situaciones que nos hacen sentir ira, generalmente estamos programados para responder con más rabia ya que es una forma de ocultar nuestra vulnerabilidad.
Aunque existe una mejor manera de reconocer y expresar nuestros sentimientos.
Por ejemplo, cuando soy capaz de reconocer que la conducta de mi hija me está haciendo enfurecer, eso me permite tener consciencia de los sentimientos que tengo ante esas específicas experiencias de vida. Yo sé que mi hija es una buena persona, pero realmente estoy furiosa con lo que ella está haciendo y la manera como su actitud está hiriendo mis sentimientos.
Pero ¿Qué podemos hacer cuando nuestros hijos nos hieren?
Obviamente, responder desde un lugar emocional de furia no resuelve el asunto, al contrario lo empeora. No obstante, lo que sí podemos hacer es darnos el espacio para poder liberar esa emoción en otro lugar, como por ejemplo en el baño.
Ve al baño y abre el grifo, ve a tu cuarto y toma un cojín, sal a caminar al patio o a donde quieras y expresa lo que estás sintiendo como si tuvieras a tu hija frente a ti. Dile que su actitud es realmente hiriente y que te duele mucho (o lo que sea que te esté haciendo sentir); libera esa emoción antes de que se atrape en un órgano de tu cuerpo y se manifieste como un malestar o antes de que crezca como una bola de nieve y se propague como el fuego.
Luego, cuando ya hayas reconocido y liberado esa emoción, es momento de conversar desde un mejor ambiente energético.
Cuando guardamos todos esos sentimientos, nos hacemos mucho daño, nos estamos causando un daño silencioso a nosotros mismos.
Sin embargo, cuando expresamos nuestros sentimientos, liberamos químicamente la sustancia que contienen esas emociones y somos capaces de fluir, en vez de atascar esas emociones en nuestro cuerpo.
Porque después de todo, lo que sentimos a través de nuestras emociones son como el gas: están dentro o están afuera. Pero, sin duda alguna duelen más cuando están dentro de nosotros.
Entonces, ¿Cómo podemos liberarnos de esos sentimientos de forma consciente?
Aquí les dejo estos tres simples pasos:
1. Reconocer la situación que nos hiere – estoy sintiendo rabia, ira, humillación, celos, etc.
2. Expresarlo lo más pronto posible – evitar dejarlo para después.
3. Expresar el sentimiento hiriente o de dolor al espejo, a la pared, al grifo o escribiendo.
Esto me encanta, porque una vez que logramos reconocer y liberar nuestros sentimientos hirientes -sobre todo en el caso de los hombres que los educan para ocultar su vulnerabilidad- podemos evitar que esas emociones exploten a través de la violencia o mediante una enfermedad.
Básicamente la manera como reprimimos nuestros sentimientos comienza desde que somos muy pequeños e inocentes. He trabajado directamente con niños y basado en mi propio estudio experimental mientras estuve con ellos, sé que como adultos no les permitimos a los niños pequeños que expresen su enfado, su rabia, su ira, su descontento; porque cuando ellos se enfadan, nosotros le gritamos y cuando nosotros le gritamos, automáticamente ellos reconocen que su enfado nos hace enojar, lo que los lleva a pensar: no tengo permitido enfadarme, no tengo permitido decir que algo me está haciendo daño.
Por lo tanto mis creadores, lo mejor que podemos hacer, es empezar con nosotros mismos. No importa lo que nos hayan hecho creer, HOY tenemos el poder de cambiar esas creencias para aprender a manejar y a liberar de forma consciente lo que sentimos.
Pero lo más importante, es saber cómo expresar nuestra rabia de una forma sabia, consciente, sanadora y reconciliadora.
Particularmente yo he sido una persona que ha herido mucho a otros por no saber cómo detener ese efecto hiriente que vamos pasando de persona a persona cuando nos hacen daño.
Hoy puedo reconocer que estoy creando más conciencia sobre cómo, cuándo y dónde expresar los sentimientos hirientes que otros me hacen sentir.
Ahora es tu turno de llevar a la práctica esos tres simples y poderosos pasos liberadores. Déjame saber en los comentarios, si este artículo te ha creado una nueva visión.
Mostrando mi punto vulnerable y con amor, Sarah.