Las señales en mi cuerpo siempre las tengo que reconocer, ya que me brindan la claridad que se encuentra escondida detrás de lo que siento.
Existe la señal física, el cómo se manifiesta en cuerpo, en mi vida, etcétera y existe la señal emocional, que es el cómo me hace sentir emocionalmente la señal física. Sin embargo, la señal emocional le antecede a la señal física aunque ante nuestros cinco sentidos parezca lo contrario.
Por lo que, la señal emocional, es la llave que abre la puerta que se encuentra ante mí para mostrarme el camino que voy a recorrer y del cual sólo yo tengo la potestad de alterar.
Dicho en palabras simples, lo que siento emocionalmente (prosperidad o carencia) es la llave y la señal en mi cuerpo es la puerta.
Así que cada vez que se manifiesta algo en mi cuerpo o en vida, bien sea que me guste o no, es porque mi propia esencia está tocando la puerta y lo único que yo tengo que hacer es abrirla reconociendo las emociones que me hacen sentir.
Por lo tanto, no es mera casualidad que siempre que sienta una emoción de pérdida por ejemplo, presienta basado en la información que se encuentra almacenada en mis memorias -emocional, celular, energética, etc.- que se avecina una ola de circunstancias que sin duda alguna me harán sentir malestar en mi cuerpo que valida una creencia, un hábito, un patrón y hasta un amor que se encuentra anclado en mí.
Por consiguiente, si yo me siento familiarizada con la pérdida de salud -dinero, memoria, pertenencias, empleo, negocio, amistad, relación o hasta la pérdida de cabello del cual padece un familiar al cual amo mucho, esa misma será la pauta que por amor a ese ser querido repetiré, porque es un patrón que se encuentra en mis recuerdos celulares; y mis células responden a la perfección ante aquello que es familiar para mí.
No obstante, mi cuerpo y la vida en sí siempre me están enviando señales mediante mis emociones, mediante mis sensaciones, mediante mis sentidos, mis malestares y padecimientos.
Entonces, cuando presto suficiente atención a las señales que tengo en mi cuerpo para reconocer que más allá de ser una simple sensación o emoción, es de hecho la llave que abre la puerta de ese camino que he estado recorriendo yo y todo los ancestros que me han antecedido, yo puedo por ley de causa y efecto alterar la dirección y el recorrido hacia un nuevo desenlace. Es decir, cuando yo presto atención a lo que siento puedo reconocer una señal de un patrón que puedo reprogramar con la herramienta que yo decida utilizar.
Ahora bien, te estarás preguntando: ¿Cuáles son esas señales que tengo que reconocer?
Bien, con la siguiente pregunta yo puedo sincerarme y empezar a ser el propio detective de mis señales: ¿Cómo se desarrollan y terminan todas relaciones que comienzo?
¡Ajá! ¿Cuáles relaciones?
* La relación con mi cuerpo.
* Mi relación con la prosperidad.
* Mi relación con la valía.
* Mi relación con la suficiencia.
* Mi relación con el bienestar.
Más específico: mi relación con la salud, con una parte de mi cuerpo, con el dinero y las maneras cómo lo manifiesto, con mis amigos y lo que nos aportamos, con mi familia y lo que resuena que no me gusta, con mi pareja y la oportunidad de evolucionar, con mis errores y las veces que resiento, con mi paciencia, con el tiempo que me toma a mi aprender o transitar las situaciones de la vida, con la culpa que no me deja dormir, con la frustración que me carcome las ganas de gritar… ¡En fin!
Porque así como soy capaz de contar la a veces que me equivoco, también puedo reconocer una señal que siento en mi cuerpo, para llegar a la raíz de ese patrón, bien sea que lo quiera transformar o que simplemente lo ignore. Así mismo, tomando en cuenta que la flojera de reconocer las señales puede que me detengan en el camino, ya es más fácil quedarme en lo que me resulta familiar, aun cuando ni siquiera sepa que es familiar.
Por ejemplo, yo no era capaz de reconocer que estar ocupada era un patrón que por “amor a mi familia, a mi país y a mis valores” no era capaz de darme cuenta. Hasta que llegaron malestares en mi cuerpo y luego en el mundo -como la pandemia- que me llevaron a estar en la completa quietud. Fue allí cuando me hice consciente que no podía estar quieta, siempre tenía que estar haciendo algo, buscando una actividad que me hiciera sentir eficiente y suficiente. Estar ocupada me sacaba de la lista de la gente floja, me mantenía fiel a mi mamá que siempre estuvo ocupada y fiel a Venezuela donde la cultura promueve a la mujer a “salir adelante por sí sola y ser alguien en la vida”.
Siendo honesta para sostener un itinerario de agenda full he tenido que “sacrificar” muchas otras áreas de mi vida, como mi salud; sin dejar de lado que la palabra sacrificio forma parte de un vocabulario muy bien reconocido en la cultura venezolana, donde se usa más como un reconocimiento de merecer una recompensa, que lo que realmente significa: dolor, difícil, una carga, pesar.
Pero, como es un patrón que no había reconocido, era tan solo la necesidad de ganarme las cosas mediante circunstancias difíciles, mediante procesos dolorosos, mediante el padecimiento y hasta llegar a glorificar “esos sacrificios” diciendo: valió la pena el esfuerzo.
Y esto mis Creadores, sin dejar de lado el hecho de reconocer señales con el tema de la sangre como un recurso de alianza familiar, ya que casi toda mi familia -por no decir todos mis tíos- sufren y han sufrido de problemas relacionados con la sangre: colesterol alto, tensión alta, ACV, problemas cardíacos, varices, problemas en la circulación, entre otros.
Por lo tanto, como yo he sido capaz de reconocer las señales que mi cuerpo me envía y que dichos patrones en mí, también se encuentran en mi familia, me he dado el permiso de procesar y re-programar dichos patrones a través de lo que hoy tengo y utilizo como herramientas.
Ahora bien, saber si el final del camino de mi vida terminará diferente al de mis ancestros, con toda certeza sé que es algo maravilloso que está por verse.
Deseo que desde hoy seamos capaces de reconocer nuestras señales para tomar decisiones conscientes y que esto sea uno de nuestros deseos para este nuevo año.
Con consciencia y amor, Sarah.