Sentir y reaccionar son dos cosas aparentemente iguales, pero la verdad es que una es consecuencia de la otra.
Cuando estamos viviendo y experimentando la vida, es normal que sintamos muchas emociones y estas pueden provenir desde la naturaleza de nuestra interacción o también pueden ser producto de una reacción estimulada por un deseo que no hemos llenado.
Por esta razón, para poder manejar la manera cómo reaccionamos, es importante observar la raíz de lo que sentimos.
Porque no tenemos control sobre las otras personas, pero sí tenemos control sobre nuestras reacciones.
Ahora bien, sin evidencia alguna siempre existe un impulso dentro de nosotros que nos motiva bien sea a sentir o reaccionar en cuestión de segundos de una manera tan, tan, tan programada, que es imposible descifrar en el precisó momento que sale a flote.
Y esto se debe, ya que literalmente existe una reacción en cadena del siento o reacciono y después existo; y sin duda alguna lo que se desencadena después de sentir o de reaccionar son existencias, vivencias, fenómenos y realidades que estamos creando a través de ese impulso emocional.
Es decir, en pocas palabras cuando siento o reacciono estoy tomando una decisión, estoy eligiendo caminos que conducen a realidades diferentes.
Sarah, ¿Puedo llegar a un punto donde pueda elegir sentir en vez de reaccionar?
Por supuesto, todos lo hacemos en algún momento de nuestra vida; y cuando ese día llega es el instante perfecto cuando tenía que ocurrir.
Precisamente, una de las razones por las cuales habló hasta el cansancio sobre observar el cómo nos hacen sentir los eventos en términos emocionales, es porque la práctica nos lleva a evitar el impulso reactivo en plena circunstancia y con el tiempo a simplemente no brincar emocionalmente hacia la vibración de alguien más o de algo más.
Por consiguiente, nos convertimos en maestros observadores tan sabios, que llegamos a un punto donde podemos ver el desenlace de la película de los demás por la forma cómo reaccionan frente a nuestra nariz y simplemente no sentimos la necesidad de reaccionar -brincar a su energía- para exponer nuestro punto de vista.
Ser sabio, es la mera capacidad de saber que discutir sobre el discurso, argumento o punto de vista de alguien más, es una real pérdida de tiempo, pero sobre todo de nuestra valiosa vibración energética; ya que cada uno en su línea de tiempo tiene su propia verdad que defenderá hasta con los dientes si es posible.
Por otra parte, convertirnos en maestros observadores o sabios, suele resultar contraproducente para las personas controladores, chantajistas, narcisistas y pasivos agresivos que tenemos cerca o no tan cerca, pero que afectan de forma directa nuestras vidas. Todos esos estados de personalidad están atadas a una forma de manipulación emocional y todos absolutamente todos somos o hemos actuado desde al menos una de ellas en un momento de nuestra vida.
De allí la frase “El dictador es fuerte, hasta que el ignorante se hace sabio.”
El conocimiento ≠ el saber.
La sabiduría va ligada al saber, no al conocer. Podemos conocer muchas cosas, pero si no lo hemos internalizado (unir con las vivencias, emociones) no sabemos nada.
La sabiduría, es saber conscientemente desde nuestra fuente de energía lo que nos conviene y lo que no. Para ser sabio hay que atravesar el proceso de sentir las emociones -cosa que no es muy agradable- hay que contemplar y observar, en vez de solo mirar; pero también implica estar conectados con nuestra valía personal.
Particularmente, desde mi experiencia decidí parar de leer, de escuchar y de interactuar con las personas cercanas a mí por unos meses para poder internalizar, llevar a la práctica esos conocimientos y comprobar por mí misma si eso me servía o no. Y a su vez, poder saber qué soy dentro de mí, quién establece mis reglas, mis valores, mis presencias; para poder tener una clara diferenciación en cómo me involucro a través de lo que siento, cómo reacciono y las elecciones que hago.
¡Fue un GRAN experimento!
Esto me permitió empezar a ser más independiente de las buenas y malas opiniones de los demás, a ser más inmune a las críticas, a realmente estar presente en eso con lo que interactúo y nuestra retroalimentación, a saber que no estoy por encima ni por debajo de lo demás que existe y a comprender la naturaleza y el uso de la emoción llamada miedo.
Por supuesto, que no podemos, no, no, no, podemos llevar a cabo un experimento personal, algo que es completamente nuevo para nosotros gritándole a los cuatro vientos. Por eso se llama experimento. De otra manera, todo y todos con lo que hacemos vida se opondrán argumentando su verdad.
Después de todo, cuando somos conscientes de lo que valemos, empezamos a establecer claros límites personales para sentirnos plenos, felices y conectarnos con todo lo que es igual a eso.
Ahora te pregunto ¿Quieres aprender cómo sentir en vez de reaccionar?
1. Siente…
2. Siente..
3. Siente.
4. Observa cómo se siente.
5. Escucha tu charla mental cuando te muerdes la lengua al no responder ante los demás, pero aún sigues reaccionando internamente.
6. Vuelve a sentir.
7. Vuelve a observar cómo se siente: impotencia, inferioridad, falta de razón, estúpido.
8. Escucha lo que el otro está diciendo, pero no te inmiscuyas en la emoción atada a lo que dice.
9. Repite hasta que sea normal.
El ejercicio de sentir, sentir y sentir deja en clara evidencia la forma espontánea cómo brincamos hacia la frecuencia de vibración energética y emocional de los demás, y al observar notaremos que si la sentimos en nuestro cuerpo, ya nos ha afectado.
Por otra parte, no es lo mismo escuchar que oír. Cuando estamos dispuestos a escuchar, estamos también dispuestos a saber que esa otra persona tiene su propia verdad, que quizás no nos interesa en lo más mínimo, como tampoco nos interesa entrar en su frecuencia vibracional, pero que si estamos dispuestos a simplemente escuchar.
No obstante, cuando oímos a la otra persona está ocurriendo en nuestra cabeza una conversación que contradice lo que la persona está diciendo, dejando en evidencia que aún estamos reaccionando.
Recuerda que estamos creando un hábito de escuchar, de sentir, de observar y cómo todo lleva su proceso. Así que no te condenes por reaccionar, déjalo pasar y espera otra oportunidad para volver a practicar. Lo que sí debes hacer en este punto, es observar qué emociones te hacen sentir por no responderle a la otra persona tu verdad o argumento (paso 7).
Y con la práctica, empezarás a observar, a escuchar y a sentir-te, sin la necesidad de conectarte a la frecuencia emocional de los demás, que es lo que conlleva a reaccionar.
Por más sentir, Sarah.