Perdonar-me empieza por aceptar-me.
El perdón, es la herramienta de compasión que yo como ser humano debería permitirme; no solo porque me libera de las ataduras emocionales del pasado, sino porque a su vez me brinda la capacidad de observar-me, aceptar-me y liberar-me.
La semana pasada una persona que creía conocer muy bien vino a mí con un llanto incontrolable, estaba triste y parecía como si una parte de ella se la habían arrebatado. Se sentía culpable porque había permitido que algo externo ocultara la perfecta Luz que tiene dentro y a su vez se sentía rabia por no poder retener las bendiciones que ella creía había perdido, me dijo: he trabajado fuertemente para sanar mis emociones, para llegar al nivel de consciencia que tengo ¿A dónde se fueron mis bendiciones?
Sentí mucha compasión, la abracé en silencio y le dije: el perdón empieza por la aceptación.
La aceptación, empieza por saber que soy un ser humano y que sin importar la edad que tenga, estoy aprendiendo a ser humano, estoy aprendiendo a lidiar con mis emociones, estoy aprendiendo a levantarme, estoy aprendiendo por ensayo y error cómo vivir.
“La Luz más revelada está en los errores.” Michael Berg
Cuando trabajamos fuertemente para alcanzar un deseo o una meta, puede que la ruta que conduce a esa meta cambie en el camino. Eso no quiere decir que algo está mal conmigo, eso quiere decir, que existe una fuerza poderosa que es la que sostiene esta tierra dentro de la vía láctea, con todo lo que complejo que existe dentro dicha vía láctea, dentro de la tierra, dentro de todo lo que habita en la tierra; y sin embargo, estamos aquí tú y yo en medio de una situación que tiene un secreto que enseñarnos a las dos.
Por lo que, aceptarme, es abrazarme tal cual como soy, es contemplarme desde una visión compasiva, para desde allí, darme el permiso de ver cómo puedo hacer las cosas de otra manera que me lleven a disfrutar de mi vida, a disfrutar de los demás y a valorar el milagro que soy.
Ahora te cuento que por razones que a veces ni siquiera yo misma logro descifrar, he vivido bajo el dominio del perfeccionismo, la impaciencia (querer todo para ya), las reglas y las estructuras rigurosas, literalmente como si un títere me manejara invisiblemente. Y esto me ha llevado a un estado donde nada, absolutamente nada es suficiente. No importa lo que haga, siempre va a hacer falta algo, porque fue lo que aprendí en algún momento de mi vida. Fue cuando me descubrí sintiendo culpa por in-merecimiento, sintiéndome infeliz por tener cosas que mi familia no tiene, sintiéndome infeliz por sentirme saludable cuando mi pareja se siente enfermo todo el tiempo, sintiéndome infeliz porque tengo tiempo para disfrutar lo que me gusta cuando mi pareja no lo tiene, sintiéndome infeliz porque vivo con cierta pureza, inocencia y honestidad que otros me critican, por nombrar algunas.
“Las culpas por in-merecimiento generalmente se produce en gente que es muy obsesiva; como es tan obsesiva quiere ser perfecta, como quiere ser perfecta, equivocarse es inaceptable y no logran liberarse de los errores, aún pagándolos, incluso a veces pagan de más y aún así no se liberan. Es una culpa interna que los acompaña por creer que es una mala persona… en el fondo tienen una sensación de insuficiencia que los hace sentir que no han hecho mérito para merecer y disfrutar la vida, que no han hecho mérito para disfrutar las cosas buenas que hay.” Efren Martínez
Así es como me doy cuenta, que cuando empiezo a aceptar que humanamente hablando, soy un ser sumamente complejo (carácter, pensamientos, responsabilidades, actitudes, valores, traumas, deseos, emociones, etc.), que fui programada por una sociedad que también fue programada y que tiene su propia complejidad individual. Que dicha programación me hace vivir en círculos en contra de mis deseos puros que vienen del núcleo de mi propia esencia divina y que dicho sea de paso, tengo que cumplir con una serie de estándares para poder ser aceptada, aprobada, amada, valorada, apreciada o considerada. Es cuando reconozco, que parte de mi experiencia de vivir es que: no saber qué hacer en algunas circunstancias no es un error, no es equivocarme… es ser perfecto.
Rendirme por completo a mi alma que es única y perfecta, a mi chiquilla interior que solo quiere ser feliz, a la fuerza poderosa que creó este mundo, para ir lado a lado con ella.
Y me digo: ¡Ya soy perfecta! ¡Ya soy divina! ¡Ya soy suficiente! ¡Hay magia dentro de mí! ¡Soy Luz!
Entonces, acepto que donde estoy hoy, es donde tengo que estar YO, no donde tienen que estar los demás que me acompañan en mi viaje de vida, no donde debería estar yo según los que me acompañan en mi viaje de vida.
Cuando pongo a un lado la ilusión de la realidad, entró en silencio para escucharme (aun en medio del llanto) y reconocer todo lo que he hablado en los párrafos anteriores, es cuando llega el perdón. Ocurre algo dentro de mí, dónde una sensación de paz inunda todo mi cuerpo.
Reconocer-me, aceptar-me y perdonar-me, me lleva a ver bajo el mismo lente a la persona que tengo al lado, para saber que es un ser igualmente complejo y que está luchando dentro de sí mismo para vivir en medio de lo que desea su esencia divina y lo que desea la programación de la sociedad. ¡Aha moment!
Cuando acepto que dentro de mi experiencia de vida voy a comportarme de forma “tonta”, “ingenua” o a veces “estúpida”, que voy a cometer “errores”, que voy a “caerme”, que voy a tener “problemas”, “desafíos” y «situaciones que no puedo controlar», empiezo a perdonarme desde el amor, porque dentro de todas esas cosas que suelo llamar “negatividad” está un ser humano que está aprendiendo a hacer las cosas de otra manera, eso ya es perfecto.
Por otra parte, este trabajo de aceptación, perdón y liberación me está conduciendo hacia mi propia honestidad, hacia mi pureza, hacia mi inocencia, hacia mi propia sencillez, hacia mi propia simplicidad, que a su vez me permite sentirme libre, feliz, plena, en calma y serena.
Como humano estoy intentando comprender-me dé una forma más sublime, más sutil, más compasiva, algo que a veces es sumamente frustrante y agotador. Ahora imagínate, cómo voy a creerme el cuento que estoy comprendiendo el complejo modo de actuar de otros, cuando todos los días la vida me enseña a través de las experiencias cómo puedo hacerlo conmigo misma. Por lo tanto, es una locura y pérdida de tiempo intentar comprender a los demás, así que tengo dos opciones: aceptarlos y amarlos tal como son o alejarme. Nota: la segunda opción me va a conducir a encontrar el mismo patrón en las siguientes personas que vengan a mi vida, si no aprendo la dinámica del juego de la vida.
“…por lo tanto, o me adapto o me muevo” canSER – un proceso de transformación– Sarah Rojas
Lo que sí puedo hacer, es desde la auto aceptación y la autocompasión, aceptar y ser compasivo con los demás. Partiendo de mi propio amor, es cuando comienzo a amar a los demás, porque yo siempre soy responsable de lo que doméstico:
“Yo no te necesito, tú tampoco tienes la necesidad de mí, pero si me domésticas, entonces tendremos necesidad el uno del otro. Tú serás para mí único en el mundo, yo seré para ti único en el mundo”, le dijo el Principito al zorro. El Principito
Empezar a aceptar-me, perdonar-me y librear-me, comienza a cambiar por completo mi sistema de creencias, algo que he tenido que sobrellevar entre mis propias herramientas de sanación (como el Código de la Emoción, como hacer Meditaciones de Regresión, hacer cartas a mi niña interior), pedir ayuda de otras personas y llanto a moco suelto. Porque el proceso de desprogramación suele ser fuerte y difícil de digerir, ya que es un periodo donde sin duda alguna debo tomarme de la mano de personas que me sostienen para que pueda ejecutar la metamorfosis, que implica soltar y dejar ir algo que ha formado parte de mi ser por muchos años.
La verdad, la vida es un acertijo. Nada es un error. Ya soy perfecta y cuando reconozco mi propia Luz que es pura y perfecta, nada negativo externo puede impactar quien soy, mi esencia.
Empiezo por perdonar-me, para dejar de pedir perdón, con amor Sarah.