Cuenta la leyenda urbana sobre una hermosa Hada encantada que se encargaba de proteger a los humanos, hasta que la persona que le asignaba se lograra encontrar a sí misma. Un día llena de frustración, por no poder ayudar a un hombre, pidió poder sentir lo que los humanos sentían, solo para poder hallar la manera de rescatar a aquel hombre; el cual le fue concedido con la condición de dejar su corona mágica, que era lo que la mantenía en un estado puro de Luz. ¡Ella acepto!
Al principio trataba de mostrarles a todos el lado de la vida alegre, amorosa, dadora y cálida, pretendiendo hacer lo mismo que cuando era una Ada encantada, pero evidentemente nadie podía ver su corona mágica y mucho menos sentir y ver lo que ella trataba de mostrarles.
Al cabo de un tiempo de la hada estar en la tierra experimentando, sintiendo, viviendo como humana, empezó a involucrarse tanto en el mundo de las emociones que olvido por completo su verdadera naturaleza y de lo que estaba hecha, sus suaves bellitos se fueron transformando en espinas poco a poco, hasta que su cuerpo se convirtió en un intocable cactus.
Hace aproximadamente 60 millones de años los cactus, estas plantas cero románticas y suaves, tenían hojas verdes como solemos ver en otras especies de plantas, sin embargo, con la separación de los continentes y el ambiente al que quedaron expuestas, fueron evolucionando sus suaves hojas en filosas espinas, para proteger su verdoso tronco de los depredadores y conservar su humedad.
Entonces, se estarán preguntando ¿Qué tiene que ver la una historia de Hadas (seres de luz) con un Cactus y con Humanos?
Al igual que los cactus, los seres humanos vamos protegiendo con ásperas cascaras nuestro corazón, hechas con el material más potente que nuestro subconsciente recuerde, para evitar que sigan penetrando las flechas que cada día nos lanzamos unos a otros, con el único fin de protegernos. Al final de la historia todos tenemos espinas invisibles.Pero debajo de esas espinas existe un cuerpo compuesto por billones de átomos (energía pura), un 70% de agua (somos blanditos) y órganos que juegan un papel único, pero no menos importante uno del otro, solo que juntos hacen que tanto tu y como yo estemos aquí, vivos, porque cada órgano es creado con un fin, al igual que cada ser humano que viene a la tierra.
Tenemos espinas para evitar que nos causen daño cierto. Sin embrago, ¿Qué hay del filtro que deberíamos tener para frenar lo que sale de nuestra mente, de nuestra boca y lo que hacemos cada vez que lanzamos nuestras flechas?
Cuando observamos la anatomía de los cactus, sencillamente podemos enamorarnos de lo suave y sutil que son por dentro, de las hermosas flores que cautivan nuestra vista y de los ricos frutos que alimentan.
Nosotros somos iguales, estamos compuestos de amor, de LUZ, somos sumamente sensibles y es esa capacidad la que nos hace humanos y perfectos.
Encontrar las similitud entre los cactus y nosotros, me ha llevado a reflexionar sobre lo que somos.
Encontrar las similitud entre los cactus y nosotros, me ha llevado a reflexionar sobre lo que somos.
Cuando la Hada encantada sintió en carne propia lo que hacia que los humanos se convirtieran en cactus, reconoció la diferencia entre un ser que sabe de qué está hecho y se comporta como la Luz y un ser que no se ha percatado lo que lleva dentro de sí y que debe trabajar para dejar aflorar la inagotable fuente de amor que tiene contenida en lo más profundo.
Entonces, la Hada empezó a dejarse cautivar por la belleza escondida de los cactus, al igual que sintió la necesidad de detener el impulso de ayudar a los humanos; en consecuencia, se dedicó a guiarles por el camino que le conduce a su propio descubrimiento.
Los humanos empezaron a reconocer su potencial único interno, a respetar el proceso de los otros, a dejar ir a los seres que querían, pero que debían seguir su propio camino, para tener tiempo y espacio para dedicarle a los nuevos que llegarían a su vida. El Hada recupero su corona mágica y quiso dejar un pedacito de ella en cada ser humano, para que se sintieran lo que son Reinas y Reyes.
Colorín colorado, este cuento se ha acabado.
Con todo mi Amor y mi coronita, Sarah.