Convivir, dirigir o sobrevivir a mis emociones, son ambientes internos completamente diferentes a los que nos enfrentamos.
A pesar de que siempre estamos interactuando a través de nuestras emociones, en el día a día convivir, dirigir o sobrevivir parecen todas caras de una misma moneda; es decir, internamente actuó bajo circunstancias ante cada situación que vivo y que me conduce a simplemente convivir con mis emociones o a querer dirigir mis emociones o a tratar de sobrevivir a mis emociones.
Por lo tanto, cada uno de estos escenarios internos con los que en algún momento he tenido que lidiar, desencadenan acontecimientos distintos, ya que no es lo mismo simplemente vivir, a querer vivir o tratar de vivir. Es por lo que, cada una de estas fases que sentimos internamente nos llevan a tomar decisiones desde lo que sentimos y no desde lo que es.
Por ejemplo, yo puedo tener choques de estos contrastes en una sola situación donde hay personas, temas, cosas, animales, olores, sabores o escenarios que yo y solo yo percibo diferentes y que me harán sentir emociones diferentes. Esto es muy claro en las reuniones familiares, donde asisten personas que les encanta hablar sobre un tema específico que es sensible para mí y que por lo general suelo evadir, asiste el tío que hace reír a todos, el primo con el perro que quiero morderme, el sobrino que acaba con la casa, el delicioso pastel de mi hermana, etc.
De esta manera, al convivir con ciertas emociones que son producto de situaciones en las cuales ya me manejo muy bien porque soy consciente de que cuando pasa esto me siento así o asa; pero queriendo dirigir otras emociones tratando de controlar lo que siento, porque evidentemente no me gusta cómo me hacen sentir; y al mismo tiempo tratando de sobrevivir ante otras emociones que me hacen sentir fatal, que son consecuencia de situaciones que aún no he reconocido o no me hecho consciente.
¿A qué se debe esta situación?
Estas situaciones están determinadas o marcadas por experiencias del pasado, que siguen energéticamente en mi presente. Por consiguiente, cada vez que llega el mi cuñado con el mismo tema de conversación que trata de evadir a como dé lugar, me hace sentir incómoda, insegura, aburrida, invadida, etc. Pero al mismo tiempo, cuando escucho al final del pasillo la risa de mi tío quiero salir corriendo hacía allá para entrar en esa frecuencia de alegría, risas, bienestar, felicidad y disfrute; y ni hablar del olor del pastel de mi hermana que me hace sentir placer en mi paladar con tan solo el olor; evadiendo a toda costa que mi sobrino toque mis pertenencias, porque las va a destruir en menos de tres segundos… y así me paso al final de día, aunque estuve compartiendo un día familiar, emocionalmente me siento como si pase el día en un parque de diversiones.
Consecuentemente, puedo estar conviviendo con mis emociones y al mismo tiempo, dirigir y estar sobreviviendo a otras emociones, todo en un mismo momento.
¿Esto es malo? Mi respuesta es: somos humanos, las emociones son para que las sintamos, por lo tanto no hay nada de malo.
Sin embargo, sí es cierto que este cóctel desencadena hacia decisiones y acciones completamente diferentes, haciéndome sentir y ver como una completa lunática; cuando en realidad estoy aprendiendo de dónde proviene la causa-efecto emocional, qué lo detona, cómo me hace sentir, cómo puedo hacer consciente esa causa y efecto emocional y qué me acerca o me aleja de mi balance interno.
Entonces, ¿Qué puedo hacer al respecto?
Primero que nada, nadie, absolutamente nadie puede entrar en mi cuerpo y crear balance por mí. Todo lo que siento y el cómo me hace sentir está condicionado como ya lo dije antes por mis experiencias, que son únicas e individuales. Por lo tanto tengo que armarme de valor para sentir y atravesar mi propio cóctel emocional, para evolucionar.
Segundo, la vida se encuentra estructurada por etapas, por escalones, por niveles; donde cada vez que aparece ante mí una situación desafiante, donde quiero dirigir -controlar- o donde estoy sobreviviendo en términos emocionales, es una clara señal de que existe algo DENTRO DE MÍ que necesita salir a la luz, que grita ser iluminada.
De igual modo, desesperarme, llorar, alejarme de todo, preocuparme, frustrarme, etc., forma parte del convivir con mis emociones y aunque la ciencia demuestre todo lo contrario, esas emociones -mis emociones- están aquí mostrándome algo. Por lo tanto, si yo trato de dirigirlas a través de cualquier práctica o a través de cualquier medicamento de forma robótica o inconsciente, me estaré hundiendo cada vez más y peor aún estaré dándole una patada en el trasero a mi propia tecnología interior.
Por esta razón, lo tercero es pedir. Pedir tener a la mano a una persona que objetiva e imparcialmente -entre yo y mis emociones- sea capaz de tomarme de la mano -para hacerme sentir que no estoy solo- y mostrarme el camino que solo yo debo transitar; sin dejar de lado que existen técnicas que eliminan cualquier emoción que se encuentra atrapada, que me está creando estancamiento y que no deja avanzar. Recordando que existen muchas emociones en nuestro ADN emocional que son imposibles que las hagamos conscientes de forma fácil.
canSER – Sarah Rojas
Entonces, lo ideal es solo convivir con mis emociones. Pues en teoría “debería” ser así, pero en la realidad si estoy controlando lo que debería sentir o si tratando de sobrevivir en medio de lo que estoy sintiendo, son solo claras señales de que existe internamente en mi sistema de creencias que no me está dejando iluminar un área, que una vez iluminada me haré consciente y por ende, convivir entre lo que me pasa y el cómo me hace sentir -mis emociones-.
Después de todo, de qué sirve tener emociones, si no me gusta sentirlas.
Convivir con mis emociones, es sinónimo de fluir lo que vivo, con Amor Sarah.